Los mitos de ignorancia y la tecnología mal usada
Recuerdo que, de niño, había una gran alarma general porque existía un supuesto grupo de fanáticos religiosos disidentes de la facultad de medicina de la UNAM que visitaba escuelas con el pretexto de vacunar a los estudiantes de primaria pero que en realidad buscaban esterilizar a los menores. Esto sucedió en la Ciudad de México, claro.
Tal asunto comenzó por la popular práctica del sistema del esténcil utilizando un mimeógrafo, que en los años setenta era una costosa maravilla, y algún pudiente ocioso leyó dicha nota en un periódico francés. Es decir, se trataba de una nota policiaca de París referente a un culto religioso y supremacista que buscaba exterminar castas no galas y no sajonas de la región de Europa Occidental, incluyendo solamente Francia y Alemania y siguiendo el ideario Nazi de Hitler, al que llamaban Gran Guía.
Lo que representa que el ocioso que tomó la nota policiaca francesa y adaptó la leyenda a la imaginería mexicana, omitió la parte en la que la Police Nationale francesa había capturado a dicha banda criminal cuando planeaban distribuir sustancias tóxicas entre la población de menores de la capital francesa y posteriormente de la alemana occidental (era aún la guerra fría). El sujeto utilizó entonces su mimeógrafo e hizo una volante anónimo advirtiendo a los pobladores de Polanco del peligro de dicha banda.
En resumen. El sujeto creó el mito valiéndose de su capacidad monetaria para poseer un aparato que en ese entonces era incosteable. Por supuesto que dicho mito trascendió y se convirtió en todo un asunto de histeria que incluso orilló a los padres de familia y docentes a solicitar protección en las escuelas. Privadas y públicas.
Cuando se descubrió el pequeño pero ruidoso fraude, las cosas apuntaban a notas más importantes como el primer accidente fatal del Sistema de Transporte Colectivo —Metro— en la ciudad de México, los Juegos Panamericanos y los muchos análisis a la entonces reciente visita de la Reina Isabel II de Inglaterra a México.
Pero el punto de enfoque aquí no es la repentina referencia histórica de la capital mexicana en 1975 sino la utilización de tecnología de manera equivocada. No era el miméografo el problema, sino cómo se usó.
Del televisor al internet
No hace mucho, cosa de semanas, revisaba los canales de cable y pocos me llamaron la atención. Noté, no obstante, que hay como veinte canales destinados a La Casa de los Famosos. Por lo que entendí, se trata de un Reality Show de obsesiva y morbosa neurosis para el que es evidente que se ha invertido mucho dinero. Esto me llevó a pensar en los muchos talentos verdaderos que prefieren utilizar plataformas como YouTube, Instagram, Facebook y Tik-Tok para crear programas más interesantes en el contexto cultural y artístico. Ya que el presupuesto mencionado no es algo con lo que ellos cuentan.
Es decir, la televisión oficial con cobertura al aire a nivel internacional, vende morbo, lo que no es nada nuevo, acepto. Es como descubrir el hilo negro y la ebullición del agua. Lo chocante es que lo hagan con sumas impresionantes de dinero sin una finalidad positiva.
Ahora regresemos un poco en el tiempo, otra vez, cuando las computadoras eran demasiado costosas y se podían escribir cosas que se imprimían después de ser corregidas y el cálculo programado en las hojas de administración empresarial —utilizando bases de datos— adquirieron una ventaja extraordinaria por encima de las calculadoras y el desperdicio de papel y floretes costosos.
No dejemos de mencionar el diseño gráfico y algunas cosas más igual de creativas. Lo gracioso fue que las computadoras tuvieron más boom por servir como consolas de juegos que por sus beneficios prácticos.
Más cercano está el uso de los blogs que tuvieron su mejor momento en agrias campañas políticas entre 2005 y 2012 y fueron desplazados por los video blogs de opinión que contenían más propaganda agresiva que propuestas progresistas. En otros casos no menos comunes traían al frente la superficialidad de los creadores de contenido (influencers).
En breve resumen, no fue la tecnología la que desplazó a nada ni a nadie sino el uso de la misma con la estupidez como herramienta. Es común leer a muchos en Facebook hablando de aquellos tiempos en los que los niños jugaban en la calle y los muchos carteros que perdieron su trabajo por culpa de los correos electrónicos. Yo mismo llegué a cuestionar el desplazamiento del teléfono de línea y los telégrafos por culpa de los Smartphone.
Sin embargo no fue la tecnología.
En los mejores tiempos modernos del teléfono, todos teníamos que encontrar alguna caseta o servicio de operadora para comunicarnos con otras personas y hacer acuerdos de negocios. En los ochentas se popularizó el Beeper para enviar un mensaje a base de impulsos y avisar a alguna persona para que se comunicara de inmediato. Ergo: se pagaba una fortuna para poder hacer lo que hoy resolvemos con llamadas o mensajes de WhatsApp, Messenger y, en el caso más nostálgico, un SMS o una llamada celular usando un paquete de servicios.
El internet mismo evolucionó mucho a partir de su nacimiento en 1969 con el ARPANET, que era exclusivamente de uso militar en los Estados Unidos y, para la sociedad, dicha idea era parte de la mejor ciencia ficción y en esos años pocos conocían ese secreto por su obvia naturaleza confidencial.
Fue hasta 1989 que se creó el ambiente World Wide Web (WWW) para comercializar el Protocolo de Control de transmisión/Protocolo de Internet (TCP/IP) creado a su vez en 1983 para reducir la dependencia de las terminales (computadoras) hacia los servidores (equipos de alojamiento de datos y transmisión).
El internet comercial de hoy es incluso muy diferente al internet de los años noventa cuando tu módem debía realizar una llamada telefónica para que tú pudieras navegar.
Mi punto al mencionar todo esto es que en los tiempos en que la tecnología no estaba tan avanzada como ahora se invertía mucho dinero, tiempo y recursos materiales. Realizar llamadas a socios comerciales en otros países resultaba costoso y se dependía mucho de los cambios horarios, disponibilidad de horarios de trabajo y en la mayoría de los casos del FAX, que también implicaba una llamada a costo real.
Podemos ponernos muy nostálgicos pero, en una comparación estúpida, trato de imaginar a Jimi Hendrix en 1966 utilizando un laúd medieval sin amplificadores haciendo el mismo sonido que lo hizo famoso. O también a Yngwie Malmsteen sin su guitarra tocando el violín como Paganini y al mismo tiempo conseguir la popularidad que tiene hoy en día. Es decir, sería imposible. Las guitarras eléctricas y los amplificadores son parte esencial de ellos dos y ambas cosas fueron un avance tecnológico en su momento.
Cuando se atacan esos avances recordando aquellos viejos y buenos tiempos, se suele tener una memoria selectiva porque nadie parece recordar cuando se carecía de los mismos. Pero acepto que existe el otro lado de la moneda.
Existe el peligro de la alienación, eso es cierto. Pero con el primer ejemplo que expuse aquí —la falsa campaña a partir del uso del mimeógrafo— también podemos detectar que ese peligro no es de hoy. Tal vez es más acentuado hoy, pero no es nuevo.
La estupidez como problema central
Aquí es donde entra en juego uno de mis temas favoritos con dos de mis autores favoritos: La Teoría de la Estupidez, a cargo de Dietrich Bonhoeffer y Carlo Cipolla. Los traigo —de nuevo—al frente porque eso es exactamente lo que sucede con la tecnología, suele caer en malas manos y por consecuencia es mal utilizada. En un modo mayoritario, aclaro, más no general.
En la sociedad dominada por la estupidez aceptada existen dos tipos de personas: Los Bandidos y Los Estúpidos. Los primeros explotan la tecnología aprovechándose de los otros creando una dinámica de consumo que el bandido ha planeado para hacer que el estúpido sea su consumidor. Obviamente ambos tienen una identidad colectiva en este escrito.
Muchos artistas como músicos, pintores y literarios; hemos tenido algún momento el recelo de la Inteligencia Artificial por sus muchas capacidades. Actualmente crean imágenes, videos y hasta voces con un realismo más allá de lo impresionante. Y también existe la capacidad de hacer canciones utilizando la inteligencia artificial.
Aunque yo mismo entraría al debate cuestionando la creación poco ética de fotos, videos y música; debo hacer notar que incluso en trabajos bien realizados existe la posibilidad de determinar lo que está creado por inteligencia artificial y lo que no lo está. Existe algo llamado Test de Turing, creado para probar la capacidad de dicha tecnología, que ayuda a diferenciar la lógica en las cosas creadas por la inteligencia artificial y detecta sus rastros por los códigos que esta tecnología utiliza.
El punto sigue siendo que precisamente esa es la parte barata del uso de la inteligencia artificial (ó IA). En el caso del uso comercial, para tener una herramienta capaz de realizar trabajos que casi reemplacen el trabajo manual (énfasis en “casi”), sin estar entrenado debidamente, se debe pagar mensualmente por una aplicación que originalmente está prometida como gratuita con los subtítulos casi invisibles de compras dentro de la aplicación. Hasta el día de hoy no existe herramienta alguna con semejante capacidad que pueda usarse y no pagar por ello. Una de las tretas del bandido para atraer estúpidos.
En las redes sociales, de hecho, ya se han integrado funciones de inteligencia artificial que pueden crear un discurso y publicarlo; ya sea una opinión o una historia, sin necesidad de pensar más que en un argumento de tres o cuatro líneas que la IA va a desarrollar. En este punto, los vivales se están aprovechando de los tontos que buscan éxito fácil, y de hecho esos vivales se hacen millonarios a costa de eso.
Pero también existe la utilidad positiva de la inteligencia artificial.
La IA entre el progreso y el desperdicio
Actualmente las empresas de logística, por tomar un ejemplo, utilizan la IA para llevar control de los inventarios de sus clientes y en sus bodegas manejan sistemas de drones para hacer lectura de los números de serie, cantidades, estados, fechas de embarque y datos de los clientes. Tanto de origen como de destino.
Anteriormente se requería que los empleados de bodega realizaran esa tarea pieza por pieza en un lapso de una semana hasta incluso un mes, dependiendo el tamaño de la compañía.
Para que dichos drones funcionen en horarios establecidos y en solicitud del técnico a cargo, deben realizar la tarea que una fuente de inteligencia artificial les ordena. Los empleados que antes realizaban dichas tareas ahora se encargan de descargar, ordenar y posteriormente cargar de nuevo los productos que esas compañías manejan para sus clientes con mayor libertad.
Adicionalmente, algunos clientes pueden llevar su propio control desde sus oficinas ejecutivas a través de aplicaciones y programas con los que la inteligencia artificial se encarga de enviarles información en tiempo real.
Como dicha tecnología está hecha para realizar tareas repetitivas que, en manos de humanos, generan margen amplio de errores, dichos errores se reducen en un ochenta por ciento. Lo que podría sonar simple pero, en cuestión de resultados, para las empresas y organismos de gobierno, ese porcentaje significa la diferencia entre el éxito y la bancarrota (para los gobiernos puede representar pérdidas fatales en las arcas).
Esas mismas empresas, y muchas más de otros tipos, actualmente se están mudando al uso de flotillas de camiones de carga eléctrica así como una compleja vigilancia que no sólo consiste en rastreo satelital sino también de internet y varios niveles de GPS. Todo controlado y optimizado por sistemas de inteligencia artificial manteniendo el seguimiento de cada vehículo desde diferentes sistemas garantizando sus funciones y protección.
Por su lógica multidireccional y sin efectos emocionales, la inteligencia artificial también logra manejar una impresionante cantidad de datos que mantienen al día a las empresas y órdenes de gobierno, de la misma manera que, hoy en día, resuelve sin que sea notorio muchos problemas que antes hacían complicado manejar dispositivos celulares y su relación con las compañías telefónicas. Las tarjetas de transporte por cierto, ya son manejadas por la IA, así como el control de los sistemas de viajes de aviones, autobuses, trenes y barcos, entre otros.
El paradigma
El ser humano, frente a todo esto, ahora tiene la opción de aprender a manejar esos sistemas que, por simple lógica, no pueden hacerlo por su cuenta. A pesar de las muchas leyendas tétricas que afirman lo contrario.
El trabajo manual humano también se facilita con la ayuda de esta tecnología y de hecho hasta algunos sistemas de hidroponía para el uso agrícola tienen un gran resultado a partir del uso de la IA.
No es fácil enfrentar cosas nuevas. Se entiende la desconfianza a partir de las cosas que, por su funcionalidad, pueden prestarse a perjudicar a terceros, pero sucedió en su momento lo mismo con otros adelantos como la fotografía, el celuloide (películas), el teléfono, el internet y de hecho hasta algunas cosas que en su momento fueron el alcance mismo de la tecnología avanzada.
En algo estoy de acuerdo sobre el miedo a esta tecnología y es lo que ya he repetido varias veces: el mal uso.
Un arma es peligrosa en manos equivocadas, así como el poder político. Un tonto puede utilizar una excelente computadora para ver, descargar y hasta vender pornografía, e incluso vivir de ello (bueno, ni tan tonto pero conocemos el punto, ¿no?).
El mejor Smartphone, diseñado para simplificar la vida laboral y conectarla a la personal, puede ser utilizado para ver videos estúpidos y memes mediocres en redes sociales. Sin omitir a los acosadores que se dedican a buscar chicas de buen ver o las chicas de cabeza hueca que suben más fotos en bikini que las veces que se rascan la cabeza.
Si le das un horno de repostería a quien sabe hacer pan, pizzas y buena bizcochería; el horno será bien utilizado. Pero si se lo das a un idiota, dicho horno terminará en alguna casa de empeño o calentando carne asada los domingos mirando el futbol y bebiendo cerveza. Toda vez que un horno de repostería no está hecho para asar carne. Y espero que se entienda el punto.
Básicamente, aquí se expone el hecho de que la IA está siendo manejada en dos ambientes opuestos: el del progreso y el de la estupidez. La estupidez es la única fuerza que no tiene límites y que puede destruir sistemas complejos y prósperos desde dentro. En contraste, el uso correcto de la herramienta marca avances y evolución.
En la Teoría de la Estupidez, Bonhoeffer y Cipolla tienen enfoques orientados en diferentes bases pero con la misma finalidad. Cipolla define la estupidez no como falta de inteligencia, sino como un comportamiento irracional que perjudica a otros sin generar beneficio propio, o incluso perjudicándose a sí mismo. En tanto Bonhoeffer destaca el peligro del poder en manos de una persona estúpida. Ambos coinciden, entre otros puntos, en la clasificación de personas en cuatro cuadrantes:
Inteligentes: Actúan para su propio beneficio y también benefician a los demás (Gano yo, ganas tú).
Incautos: Actúan para beneficiar a otros pero se perjudican a sí mismos (Pierdo yo, ganas tú).
Bandidos: Actúan para su propio beneficio perjudicando a otros (Gano yo, pierdes tú).
Estúpidos: Sus acciones perjudican a otros y también se perjudican a sí mismos (Pierdo yo, pierdes tú).
Bonhoeffer profundiza en la existencia de estúpidos que tienen control y poder y lo utilizan en perjuicio general. Tal es el caso de los fanáticos de las novedades estimulantes y baratas de la tecnología. Los controladores sacarán provecho personal y los manipulables invertirán en ello.
La estupidez de los controladores en este caso radica en su necesidad de tener poder sin tener una idea clara del contexto de la tecnología hacia la productividad real. Como usar un Ferrari como taxi, como burdo ejemplo.
Ahora, apliquemos a detalle esta lente en la tecnología. No todo mal uso es estúpido; a menudo es malicioso (bandido). La clave es identificar cuándo cruza la línea hacia la verdadera estupidez.
¿Cómo actúa el estúpido manipulador? (o malicioso)
Este, y sus derivados, es el tipo de personas que ponen en polémica todo avance tecnológico pero en este caso hablaremos de la IA y del comportamiento de estos ejemplares. Ellos utilizan el diseño adictivo y el discurso convincente para promover la polarización, la desinformación y la comparación social negativa. En mayoría, son quienes más visitas tienen en sus plataformas y redes sociales debido al morbo y la reacción instintiva de sus seguidores.
Ganan dinero con el enganchamiento para apoderarse del tiempo y los datos de sus seguidores (y el dinero de sus clientes, de haberlos), aunque perjudiquen la salud mental de estos. Y casi siempre utilizan un modelo éticamente cuestionable de negocio que es racional para ellos.
Cuando la desinformación que promueven —como las teorías conspiranoicas y el negacionismo— erosiona la confianza en las instituciones, la ciencia y la democracia, crean un entorno social tóxico e inestable donde todos pierden, incluidas las propias empresas tecnológicas que operan en ese ecosistema. Dicho de manera coloquial: están cortando la rama en la que están sentados.
Este tipo de idiotas no solo están al frente de la cubierta de dulce formada por las plataformas y redes sociales, también los hay que tienen en sus manos tal poder que podrían considerarse el némesis de la humanidad misma. Entre muchos otros ejemplos, los estúpidos con poder pueden (o trabajan en ello manipulando a quienes pueden) desarrollar tecnología de inteligencia artificial sin ética ni control, como hay casos en la carrera armamentística.
Conclusión: La tecnología en sí no es estúpida. Es una herramienta neutra. El uso bandido de la tecnología es común y predecible porque es gente que busca beneficio a costa de otros.
El verdadero peligro, que encaja perfectamente en la Teoría de Cipolla, es el uso estúpido de las herramientas tecnológicas en cuya dinámica falta la visión a largo plazo. En esta irracionalidad e incapacidad de ver las interconexiones del sistema, los fanáticos de estos idiotas son llevados a un terreno en donde todos pierden, incluido el imbécil que inició la acción.
La tecnología amplifica el poder de la acción humana, pero también amplifica el potencial de estupidez. Un estúpido con un palo es un problema local. Un estúpido con el manejo de inteligencia artificial, una plataforma global o una herramienta de ingeniería genética, es un riesgo global.
La solución, como sugeriría Cipolla, no es detener el progreso, sino ser conscientes de esta dinámica y diseñar sistemas (leyes, educación, ética y controles) que protejan a la sociedad de los maliciosos y, sobre todo, que limiten el inmenso daño que los estúpidos en general pueden infligir con las herramientas equivocadas.
La IA no es el enemigo. El verdadero peligro es la estupidez humana amplificada por la tecnología y yo no le temería a la inteligencia artificial, les tengo más miedo a los idiotas.
Es cuánto
Messy Blues

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